domingo, 7 de noviembre de 2021

Historia de los Prostibulos/Burdeles/Cabarets en los 12 años de Balaguer y La era de Trujillo (Bajo Mundo Dominicano 1ra. Parte)

Mientras prevalecían grandes tensiones sociales y políticas, debido a la represión y a las confrontaciones que se saldaban con asesinatos, apresamientos, asaltos y secuestros, que signaron los “doce años de Balaguer”, en la parte alta de Santo Domingo y en otras áreas de la ciudad florecían prostíbulos en los que se hacía la bohemia.

En esos tiempos predominaban famosos burdeles, entre ellos Herminia, el más emblemático, que comenzó operando como el Night Club Borinquen, pero que la gente comenzó a llamar por el nombre de su dueña, “una mujer bajita, un poco gorda, de ojos galanos, que se ocupaba de la caja”, y que según se decía era protegida por militares encumbrados.

En El diamante y donde Herminia se presentaban Johnny Ventura, Félix del Rosario... los mejores artistas. Era incluso un negocio de interés turístico, que se promocionaba en la contraportada de la revista “El Bohío”, dirigida por Luis Augusto Caminero, reveló un habitué.

“Militares de la Fuerza Aérea eran los que dominaban los cabarés... Eran los clientes fuertes. Aquí no había un guardia que no hiciera vida de cabaret”, evocó el testigo.

En la época del legendario líder reformista se expandieron los negocios de prostitución. Nancy, más joven que Herminia, entró al ruedo antecedida de una gran fama labrada en el Cibao, y abrió su burdel en la parte alta. También tenían vigencia otros lupanares como El Tronco, de un señor de Santiago, llamado El Gordo.

Igualmente, la competencia de Herminia gozaba de la protección del poder, de acuerdo con lo revelado por el periodista Antonio Espinal, quien fue víctima de un ataque por escribir sobre los prostíbulos, pues el socio de la mujer era un coronel de la policía, quien le proveía servicios de seguridad al negocio.

La buena estrella de Herminia

El estrellato de Herminia se sustentaba en los servicios de unas decenas de atractivas “muchachas”, oriundas de campos del Cibao y del sur, por cuya compañía se llegaron a pagar hasta 300 pesos.

“La tarifa de meretriz se incrementaba si el hombre quería salir con ella fuera del local, pues entonces tenía que pagar el doble. Las habitaciones de Herminia eran sencillas. Tenían una cama, un espejo y un baño. Algunas estaban dotadas de acondicionadores de aire y otras de abanicos”, cuenta uno de los hombres que frecuentaban el negocio.

Aunque el lupanar era animado por la imprescindible vellonera, en la que se “tocaban” merengue, salsa y música de amargue, en discos de vinilo, también se presentaban populares artistas como Cheché Abreu, Fernando Villalona y Johnny Ventura en un salón que llegó a tener capacidad para unas 600 personas, luego de que se le hicieran ampliaciones.

“Herminia, que en los años 70, llevaba unos 20 años en el negocio, se había iniciado en la era de Trujillo y tenía clientes destacados como”, contó el periodista Augusto Socías.

Otro testigo reveló: “Herminia empezó en el pequeño local, en la calle Mauricio Báez, en la era de Trujillo, cuando la ciudad llegaba hasta la avenida San Martín. Herminia era un cafetín entonces. Ella comenzó con una especie de casa de citas, que funcionaba en la parte trasera de un pequeño restaurante, que tenía reservados”.

Sobre Herminia, el historiador Alejandro Paulino escribió: “Con una edad aproximada de 50 años en 1974, debió haber nacido en los años de la ocupación militar americana o en tiempo en que el general Horacio Vásquez era presidente de la República. Instaló su primer prostíbulo en la ciudad de Barahona para 1960, un centro nocturno que llevaba su nombre ubicado muy cerca del ‘Parquecito de los Sueros’ de donde se trasladó a la ciudad de Santo Domingo en 1962 abriendo el primero que llevaba su nombre, en la calle Mauricio Báez”.

Paulino subrayó, además: “Dueña de centros exclusivos que ella llamaba ‘night clubes’, era propietaria del que llevaba su nombre en la calle Félix Evaristo Mejía esquina Máximo Gómez, con dos plantas, 10 salones y unas 100 mujeres. Además de ‘sucursales’ distribuidas en la capital, Herminia poseía un establecimiento en la calle Pedro Livio Cedeño con Marcos Adón, que llevaba el nombre de ‘Barra Ville Ville’”.

El éxito acompañó temprano a la negociante. No solo gente de la farándula le dio lustre y dinero a su burdel, pues entre la clientela también se encontraban turistas, políticos, empresarios, comerciantes, militares, directores de medios, periodistas, comentaristas de radio, escritores, izquierdistas y hasta diplomáticos.

Se solían consumir allí los rones Bermúdez y Brugal y la cerveza Presidente, de larga tradición entre los dominicanos. Después de las juergas, en las madrugadas los clientes terminaban saciándose en las frituras de la parte alta, cuando era frecuente verlos consumir tostones, carne frita, longanizas y otras viandas. Otros bohemios se iban a fondas y restaurantes populares, como Blanquiní, a comer sancocho o mondongo, dos platos apropiados para aplacar la resaca.

Night club Borinquen, propiedad de Herminia.

Más prostíbulos reconocidos

No solo dominaban Herminia y otros establecimientos ya mencionados. Además, hacían su “agosto” otros como Mercedita, El Almendro, La Cuora, la Embajada, Yemallá y la Barra Carama, un prostíbulo a gran escala, que fue también denunciado por el periodista Espinal, quien aseguró que era propiedad de un capitán de la policía.

En el negocio de Mercedita trabajaban unas ocho mujeres. En el prostíbulo de Nancy, que tuvo mucho éxito y atraía a conocidos parroquianos, músicos y cantantes, en una ocasión se presentaron dos estrellas emblemática de esa etapa: el merenguero dominicano Wilfrido Vargas y el salsero puertorriqueño Ismael Miranda, según testimonió Socías.

“El negocio de Nancy era parecido al de Herminia, aunque más pequeño. Ambos tenían velloneras y a veces presentaban grupos en vivo. El precio de Nancy era similar al cobrado por Herminia. Este negocio duró unos 20 años”, contó el periodista.

Los lunes y los viernes eran días intensos en los lenocinios de la parte alta. Se llenaban de público Herminia, Nancy, Mercedita y otros.

Prostitutas en la parte alta de Santo Domingo.

Tensión en los burdeles

En la era de Trujillo las patrullas hacían dos rondas en los prostíbulos ... Una a las diez de la noche y otra a la una de la madrugada. Entraban y les pedían a los parroquianos los tres golpes, la cédula, la palmita (carnet del Partido Dominicano) y el carnet del Servicio Militar Obligatorio. Una vez se verificaba que todos tenían los documentos, los agentes salían del negocio y volvían a la una”, contó un veterano de la época, que señaló que quien carecía de la documentación completa era apresado.

En esos espacios se daban pocos incidentes violentos. Quienes administraban los locales los proveían de servicios de seguridad, en muchos casos suministrados por jerarcas policiales.

Portada de El Nacional, informando sobre el caso de Antonio Espinal.
 

La golpiza a Espinal

La “fama” de Herminia Tejada se vio afectada cuando la acusaron de idear una golpiza propinada al periodista Antonio Espinal, de El Nacional, después que publicara una serie de reportajes, en los que denunciaba el próspero negocio de la prostitución, protegido por altos oficiales.

El suceso fue reseñado profusamente en los medios de entonces, y la revista ¡Ahora!, en el número 544, del 15 de abril de 1974, también lo divulgó. En ese espacio, se incluía un señalamiento de Rafael Herrera, director del Listín Diario, quien escribió: “La agresión contra el periodista Antonio Espinal, de El Nacional, fue una agresión para matar. Lo golpearon en la cabeza, casi le desprendieron una oreja”.

El ataque ocurrió a raíz de que el periodista publicara una serie de reportajes sobre la profusión de prostíbulos y develara los vínculos de esos negocios con sectores militares.

“El domingo, 7 de abril, lo llevaron de algún modo al sitio en que le tenían preparada una emboscada, y allí ya malherido, pudo a duras penas salvar la vida”, publicó la revista.

Una prostituta, identificada como Yocasta Suárez Castillo (La China), reveló después a El Nacional que Nancy y Herminia tramaron el atentado contra Espinal, pero después se retractó en unas declaraciones que ofreció en la Policía y además acusó a directivos del periódico de comprar su testimonio contra las dueñas de los lupanares mencionadas.

Vista del hotel Napolitano, en el Malecón.
 

La revista ¡Ahora! se quejó de la reacción de la Policía en relación el caso y de que “golpeaba” a quienes denunciaban el escandaloso negocio de la prostitución.

Espinal denunció a un hombre identificado como “Meneíto”, señalado como el propietario de una cadena de prostíbulos, en los que mantenía “verdaderas cárceles privadas”. Según publicó pudo comprobar que la mayoría de las mujeres de esos lupanares eran menores de edad.

Asimismo, Espinal escribió: “Periodistas de este diario (El Nacional) dialogaron con varias jóvenes ‘prisioneras’ en burdeles de Meneíto, las cuales fueron introducidas allí mediante engaño”.

Espinal también había revelado la existencia de otra cadena de burdeles: la de José Ignacio Peguero (Fede), y a Herminia la calificaba como una “magnate de la prostitución”, que se había enriquecido a costa del “tráfico carnal”.

“Un oficial de la policía es propietario de un prostíbulo que está ubicado en la calle Enriquillo número 101 de esta capital... El burdel en cuestión es de dos plantas y quien lo cuida es un raso de la Policía, hermano de un teniente propietario del mismo y cuyo nombre está en poder de este diario (El Nacional)”, escribió Espinal.

Sobre el tema se pronunció monseñor Juan Antonio Flores, obispo de La Vega, quien se quejó en un sermón de que lo denunciado por el periodista existiera a sabiendas y complicidad de los que están para defender la justicia y el orden.

Asesinatos e incidentes

“Herminia reclutaba las mujeres más bellas del país. Venían de Nagua, Mao, San José de las Matas... de esos sitios donde había mujeres blancas y hermosas. Además, su éxito también se debía el ambiente de confort y de seguridad que ofrecía”, relató un parroquiano.

No obstante, ese testigo recordó que en el burdel se produjo un incidente con un marino, que llevaba unas tres horas repitiendo en la vellonera la canción Tres corazones heridos, y alguien le dijo: ‘Tamos jartos de ese disco’. El militar se volteó y le clavó una bayoneta “al entrometido”, indicó.

En el lupanar de Herminia empezó la desgracia del pelotero César Cedeño, pues ahí lo cautivó Malena de la Cruz, “la prostituta más bella del país”, que habría dejado por el deportista a un conocido comentarista de radio, uno de los mejores clientes del prostíbulo, según testigos de la época.

“Cedeño saca a Malena de donde Herminia y la muda en el Hotel Hispaniola. Cuando llegaba del juego de pelota salían a beber, pero esa noche las Estrellas jugaban en Santiago y el juego se suspendió por lluvias y Malena no se dio cuenta y se fue para donde Herminia a hacer hora. Cuando Cedeño llega al Hispaniola no la encuentra y se va al negocio de Herminia y la encuentra bailando, la saca y se la lleva al motel donde se produjo el incidente, discutiendo”, dijo un conocedor del mundillo.

Cedeño fue hallado culpable de homicidio involuntario en el 1973 y multado con 100 pesos por la muerte de Malena. Al salir de prisión, se fue del país y no ha retornado.

Otra persona, implicada en un hecho de sangre saldado con la muerte de una prostituta, en la barra del negocio de Herminia, fue un conocido pintor quien cumplió varios años de prisión.

Herminia y sus claroscuros

De acuerdo con un antiguo cliente, Herminia, “que siempre tuvo marido”, era una mujer “tranquila, cristiana, devota de la virgen de La Altagracia, que aconsejaba los jóvenes que iban al negocio... ‘Nunca engañen a una mujer de estas... díganle la verdad’”, decía a los muchachos.

Ese informador, que disfrutó intensamente la vida nocturna durante la dictadura y los doce años de Balaguer, recordó que cuando los jóvenes se pasaban de tragos, Herminia les ordenaba a los camareros que no les sirvieran más bebidas.

No se ha podido comprobar si en algún momento de su vida Herminia ejercicio la prostitución. Pero quienes la conocieron la consideran “la mejor maipiola que tenía este país”. “A ella la respetaban y ella respetaba a las mujeres que estaban en su negocio”, contó un dominicano que solía conversar con la comerciante y que guarda felices recuerdos de la vida licenciosa de la era balaguerista.

Los populares negocios de Hermina comenzaron a decaer cuando surgieron las discotecas de la franja sur de Santo Domingo, entre las que descolló Jubilee.

Herminia se vio en la palestra mediática debido a que se le relacionó con ciertos de episodios escandalosos, algunos ya señalados, además de que estaba en boca de todos porque era la dueña del burdel de más éxito.

La patrona fue víctima de un asalto, según relató Espinal, en diciembre de 1973. Entonces le robaron 14,000 pesos y un vehículo de su propiedad. El despojo puso de relieve su condición de mujer rica.

El mito de Herminia se incrementaba, debido a sus relaciones con algunos funcionarios del gobierno, sobre todo con oficiales de la Policía Nacional, denunciaba Espinal. Se aseguraba entonces que usaba como guardaespaldas a agentes de la uniformada, vestidos de civil y a otras personas.

“La segunda mejor casa que hizo Balaguer en el barrio de Los maestros se la dieron a Herminia”, puntualizó un testigo.

Sobre Herminia, el periódico El nacional publicó que poseía una lujosa residencia en la Prolongación Bolívar, un costoso automóvil y vehículos destinados al transporte urbano de la ciudad capital.

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