Trujillo había escogido España para su primer viaje oficial al extranjero. El ex-presidente dominicano había llegado el día 2 de junio de 1954 a bordo del buque Antilla a Vigo, donde fue recibido por el ministro de Exteriores, Alberto Martín Artajo. El gobierno de Franco había dispuesto un recibimiento de gala para el jefe del Estado dominicano: vacaciones para los escolares y suspensión de la jornada laboral entre las diez de la mañana y las cuatro de la tarde.
Por la noche, en el palacio del Pardo, ambos presidentes se intercambiaron las más altas condecoraciones de sus respectivos estados y dio comienzo oficialmente una gira de casi dos semanas de duración en la que se sucedieron visitas a instituciones y organismos oficiales en Madrid y Barcelona junto con otras más turísticas como Ávila y Toledo además de jornadas culturales, deportivas y de simple asueto como partidas de caza, corridas de toros y actuaciones de coros y danzas.
Pensando en Sevilla
Sevilla quedó excluida, sin embargo, de aquella visita de Estado de 1954, aunque la condición de metrópoli colonial y de lugar de enterramiento de Cristóbal Colón, a quien Trujillo estaba empeñado en erigir el colosal faro de Santo Domingo cuya primera piedra se había colocado en 1948, hacía que los gobierno iberoamericanos amigos tuvieran muy presente a la capital andaluza.
Dos años antes de su viaje por España, Rafael Leónidas Trujillo había dotado con 920.000 pesetas (equivalente a 310.000 euros teniendo en cuenta el incremento del coste de la vida) la construcción de un nuevo pabellón de obstetricia en el hospital de la Cruz Roja en la Ronda de Capuchinos. Desde entonces, ese ala se llamó pabellón Trujillo. El 16 de junio de 1952, el padre capuchino Emilio de la Vega, de Santo Domingo, hizo entrega a la institución benéfica de la donación, que llevaba aparejada la concesión de cuatro becas para que cuatro enfermeras dominicanas viajaran a Sevilla en ampliación de estudios.
La entrega del donativo se llevó a cabo en el propio hospital Victoria Eugenia de la Cruz Roja durante la imposición de la placa de honor a la marquesa de Nervión y el marqués de Esquivel por los servicios prestados a la organización, en presencia del gobernador civil, que pronunció unas palabras «enalteciendo la labor de los condecorados». Para testimoniar la benemérita acción del prócer dominicano, la Cruz Roja colgó un retablo cerámico que podía verse hasta hace bien poco, ajeno a los caprichos de la memoria histórica.
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